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martes, 21 de junio de 2016

LA POSICIÓN DE LA TIERRA EN EL UNIVERSO I. SISTEMA GEOCÉNTRICO vs HELIOCÉNTRICO.


El movimiento de los cuerpos celestes ha inquietado a la humanidad desde siempre. Fué la primera ciencia emprírica en desarrollarse, pero también estuvo sujeta a interpretaciones de carácter religioso.

Babilonios, egipcios, árabes, renacentistas...
Desde el inicio de la civilización el movimiento de los astros ha sido de gran interés económico, pues determinaba los ciclos de dia y noche, las estaciones y, con ello, el mejor momento para cultivar los campos o cosecharlos. Por eso no es de extrañar que fuese la primera ciencia empírica en ser desarrollada y precursora del estudio científico. Con toma de datos, análisis de los mismos y búsqueda de explicaciones. Como ya hemos dicho, también ha tenido importancia en el terreno religioso, pues no se sabían explicar fenómenos naturales y esto suscitaba la existencia de seres superiores que los provocaban  y que, también, movían los objetos observados en los cielos (la luna, el sol y algunos planetas y estrellas). De hecho tuvo un gran calado social, pues en 2016  aunque Neil A. Amstrong pisó la luna en 1969, se han enviado miles de satélites artificiales al espacio así como sondas y más naves tripuladas. Incluso se ha construido una estación espacial internacional! Aún podemos leer el horóscopo en cualquier revista o periódico. Y el horśocopo se basa en la posición de los astros. O sea, que aún habiendo viajado por el espacio, la interpretación religiosa sigue viva.
Pero volvamos al tema principal. Ya hemos dicho que fué la primera ciencia en desarrollarse como tal. Se tienen datos de que en la antigua Babilonia (5000 años a.C) ya era de interés general. Así como calendarios realizados por diferentes culturas basándose en el movimiento de los astros.
No fué hasta el siglo V a.C. cuando se planteó el problema de qué posicion ocupaba nuestro planeta en realción al resto de astros observados. El dilema surgió en la Grecia de aquella época. De hecho, los griegos llamaron “planetas” a todos los astros en los que percibían movimiento, pues planeta en griego significa errante (que erra, que se mueve, que no está quieto, vamos). Para encontrar solución a este dilema de gran importancia, se plantearon dos posibles explicaciones:

1.- Explicación de Eudoxio: La Tierra se encuentra en el centro del universo. El resto de los astros se necuentran situados sobre esferas concentricas al centro de la Tierra y que giran en diferentes sentidos respecto a la posición de la tierra (modelo geostático).  

2.- Explicación de Aristarco: El Sol se encuentra en el centro del universo y el resto de astros. Al igual que en el modelo de Eudoxio, giran sobre esferas concéntricas al centro del Sol (modelo heliostático).


No es de extrañar que ambos modelos utilizaran esferas para explicar el fenómeno observado, pues en la antigua grecia, la esfera era considerada como la forma geométrica perfecta y. Si los dioses movían los astros, debían vivir situados sobre esferas. 
 
El modelo de Aristarco no prosperó, pues no explicaba la sensación que tenían (y tenemos) de inmovilidad. Tampoco explicaba la no apreciación de movimiento de algunas estrellas y, más aún, creían que si la Tierra era la que se movía, debía existir un viento contínuo e unidireccional debido al movimiento.
Aristóteles contribyó a mejorar el modelo de Eudoxio. Agregó más esferas y subesferas para explicar el extraño movimiento de algunos astros, hasta un total de 55. Sin embargo, a pesar de ser el modelo “aceptado por los dioses”, era incapaz de explicar el zig-zag que describía un planeta de los más visibles, Marte. A este movimiento se le conoce como retrogradación, pues Marte describe una estraña trayectoria en el cielo. Algunos días avanza y otros, retocede parte del camino avanzado.
Claudio Ptolomeo
Fué Claudio Ptolomeo (siglo II d.C) quien consiguió dar explicación a este extraña trayectoria descrita por Marte y otros astros visibles. Para ello, introdujo el concepto de los epiciclos. Consideraba que los planetas describían órbitas circulares en torno a un punto situado sobre las esperas concéntricas a la Tierra. Por la superposición del movimiento de la esfera y la órbita del planeta parecía que éste retocedía en su camino.
El modelo Ptolemaico subsistió hasta el siglo XVI. En parte porque cuando Santo Tomás de Aquino cristianizó a los griegos (siglo XII), la filosofía aristotélica pasó a ser el sustento ideológico del cristianismo. Por el camino, hubo que modificar el modelo. Se añadieron más epiciclos (hasta 80), también se desplazó levemente el centro de las esferas
concéntricas del de la Tierra y más artificios geométricos para reproducir las trayectorias planetarias observadas desde la Tierra. El cálculo era, cada vez, más complicado y la explicación más compleja.


Nicolás Copérnico
Pero en 1543 se hizo pública una nueva idea. Nicolás Copérnico, canónigo polaco que disfrutaba de la antipatía de papistsas y protestantes, propuso en su trabajo De revolutionibus orbiumcelestum que era el Sol el que se encontraba en el centro del universo y que eran los planetas los que giraban en esferas alrededor de él. Sí, justamente como propuso Aristarco más de 20 siglos atrás en el tiempo. Pero esta vez, Copérnico acompañó su argumento de precisos cálculos que simplificaban el sistema de esferas y epiciclos del modelo geocéntrico. Estuvo 25 años trabajando en este modelo y lo publicó poco antes de morir (probablemente porque intuía qué le podía pasar una vez publicado).

El trabajo fué declarado herético en 1616 por la Santa inquisición, aunque aceptado como hipótesis de trabajo durante algún tiempo. Se enseñaba, por ejemplo, en la universidad de Salamanca (España) y, de hecho, fué utilizado por el papa Gregorio XII para elaborar el calendario gregoriano (que seguimos actualmente en occidente) y le sirvió para corregir desfases en las fechas. De todos modos, nunca se aceptó que la Tierra fuese un simple planeta más.

Giordano Bruno
GiordanoBruno, un astrónomo, matemático, filósofo y poeta italiano lo utilizaba en sus enseñanzas y argumentos contra la iglesia. Llegó incluso más lejos. Propuso que el Sol era el centro del sistema planetario, pero que deberían existir más estrellas en el centro de más sistemas planetarios y que, en algunos de ellos, debían de vivir animales y plantas, tal y como lo hacían en la Tierra. Fué acusado de herejía y quemado en la hoguera el 17 de febrero de 1600. Como en muchos otros casos, un visionario adelantado a su tiempo pagó con su vida frente al poder y las creencias establecidas.
Por cierto, ¿he dicho que todos estos modelos y mejoras se realizaron mediante observaciones “a ojo desnudo”? Sí, sí. Todo esto ocurrió antes de que se inventara el telescopio (1590) o, mejor dicho, antes de que se utilizase con fines astronómicos. En próximas entradas veremos cómo influyó dicho invento en el estudio de la posición de la Tierra y el resto de astros en el universo.

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